domingo, 16 de septiembre de 2012

LIBROS LIBRES

El pasado viernes tuvo lugar la inauguración de la librería Libros Libres, una iniciativa del la ONG Grupo 2013 que lidera Alejandro de León. Había sido invitado por el propio Alejandro y su equipo para que leyera unos minutos acerca del tema que me pareciera bien. Decidí hacerlo intentando responder a la pregunta: ¿Por qué escribo? 

En unos tiempos en que todos sufrimos las consecuencias de la situación económica, poner a disposición de todo el mundo la posibilidad de leer o facilitar la educación de los más desfavorecidos, me parecen iniciativas que merecen nuestro apoyo. La librería gratuita de Libros Libres (no es una biblioteca, es librería. Tú te llevas el libro y es para ti para siempre, salvo que voluntariamente quieras devolverlo o llevar otros que ya no necesitas o no quieres tener en tu casa) se encuentra en la calle Covarrubias, 7 Bajo derecha, cerca de Alonso Martinez. Para mantener el proyecto vivo necesitan 365 suscriptores que pagarán una cuota de 12€. Esa cuota no da derecho a ningún privilegio más allá de saber que estás facilitando la lectura a mucha gente y que mantienes viva una iniciativa muy bella. 

Os dejo el enlace a sus páginas y después mi pequeña charla, animándolos, en cualquier caso a que entréis en contacto con Libros Libres y Grupo 2013.

http://www.grupo2013.com

http://www.facebook.com/libreria.libroslibres


¿POR QUE ESCRIBO?

Hace unos meses, Alejandro me contó la iniciativa que hoy se pone en marcha, quería conocer mi opinión y transmitirme sus dudas acerca de cuál podía ser la reacción por parte de los integrantes de la industria del libro. Le animé sin duda a seguir adelante y olvidarse de lo que hipotéticamente unos pocos, por sentirse amenazados, pudieran decir en contra de una idea como esta.

No creo que nadie que ame los libros y la literatura pueda opinar que esta es una mala idea. Los libros solo tienen un objetivo: que alguien los lea y cuantas más personas lo hagan mejor, pues cada vez que alguien lo lee, el libro va ganando vida, va creciendo y va alcanzando cierto grado de inmortalidad. Que las personas que leen el libro hayan pagado por él o no solo es relevante en el corto plazo para la cuenta de resultados de la editorial, para nadie más. Ni siquiera para la librería o el propio escritor ya que dar acceso gratuito a la lectura genera a medio y largo plazo un síndrome de dependencia en los lectores que más tarde o más temprano consumirán literatura pagando por ella.

Pero me he desviado del tema del que debía hablar que es, nada más y nada menos: ¿Por qué escribo? Tengo que reconocer que nunca me había planteado a mí mismo la pregunta, quizás por que intuía que la respuesta era muy complicada. Y es que, citando a Jorge Semprún: Si supiese por que escribo, quizás, no escribiría.

Como dijo Truman Capote en el prólogo de Música para camaleones: un día comencé a escribir sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Y es que, como Capote continuaba, «Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo tanto cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y escribir mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: que la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero, es sutil pero brutal.»

Lo cierto es que enfrentarse al folio, ahora sería mejor decir a la pantalla, en blanco, es un reto apasionante del que sales permanentemente derrotado. Nunca llegas a la meta, nunca ganas y cuando crees que al menos has conseguido nivelar la batalla, una segunda lectura de tu trabajo te sume de nuevo en la incertidumbre. Sin embargo, alguna razón desconocida te empuja a continuar, intentando buscar una solución diferente a la rendición incondicional.

¿Qué es ese algo? No lo sé. Quizás es que cuando escribes inicias un viaje inigualable que puede llevarte de vuelta a tu niñez o hasta mundos desconocidos pero soñados. Quizás es que puedes volver a tener contigo a los seres queridos que se marcharon o dibujar  aquellos que te hubiera gustado tener alguna vez a tu lado. Quizás, es que es la única forma de corregir la vida  y cambiar el destino por muy tozudo que este sea.

Cuando escribes, inicias un extraño viaje, en el que por mucho que hayas planificado cada una de las etapas, el destino final te resulta desconocido hasta el mismo instante en que llegas a él. Conozco muy pocos casos en que ese final coincida con la idea original del escritor y, en parte, en ello reside la magia de escribir.

Cuando escribes vas dejando parte de ti en el papel, jirones me gusta decir, con la esperanza de que alguien los recoja y los haga suyos. Escribes porque tus mentiras conformaran las verdades de los lectores y sus mundos concretos y objetivos se transformarán, momentáneamente, en universos abstractos y sutiles por el mágico efecto de tu ficción.

Es muy difícil tratar de transmitir las razones por las que uno escribe, porque son muchas.

Escribo para que los jóvenes sepan que un libro te da mucho más que la consola más avanzada. Que además de no gastar energía eléctrica, el libro vino antes  que cualquier juego que puedan instalar en ella, porque todos los juegos tienen como base una historia que alguien escribió antes en un papel. Que un libro siempre te espera con los brazos abiertos aunque  lo abandones durante mucho tiempo y si lo recuperas tres años después no hay una nueva versión 5.0 que instalar.

Escribo también para que los jóvenes sepan que, como decía la chirigota de El Canijo en los carnavales de mi Cádiz querido, los libros son lo primero que va al fuego cuando llega un dictador, porque ellos contienen las diferentes verdades que los fanáticos no quieren escuchar, ya que solo admiten una: la suya.

Escribo porque me siento atado al mundo real, un mundo con límites, injusto, pequeño y banal. Escribir deja volar mi fantasía y mantiene la esperanza de que podemos cambiar las cosas, de que el futuro es mucho más ancho que el estrecho camino que nos marcan las normas.

Escribo porque siento o, parafraseando a Descartes: Siento luego escribo. Y escribir me ayuda a deshacerme de mis fantasmas, de mi fragilidad, de mi arrogancia y me hace sentirme solo o acompañado a mi voluntad, no según la de los demás.

Escribo porque así modelo mis pensamientos y me enfrento a lo desconocido. Porque me ayuda a defenderme y a pelear. Escribir ha resultado una de las armas más poderosas para enfrentarme a mis enemigos, sobre todo a los que viven dentro de .

Escribir me ayuda a sacar a la luz partes de mí que hasta yo desconozco. Por eso escribo cuando estoy alegre, cuando estoy triste, cuando la vida es a veces más dura de lo que podemos imaginar, pero también cuando nos regala momentos mágicos. Escribiendo combato a la realidad infranqueable que nos acosa, pero también me subo a ella cuando nos deja ser felices.

Escribo porque así cuento mi historia, mis errores, mis aciertos. Escribo cuando tengo miedo a que llegue el día siguiente, pero también cuando lo espero con ilusión.

Escribo porque me enfurece mi propia debilidad, pero quiero seguir siendo débil en un mundo que solo parece premiar la fuerza. Escribo cuando no quiero pelear más,pero me resisto a bajar los brazos.

Escribo porque me da miedo la ternura, pero la he contemplado de cerca y he disfrutado de ella. Escribo porque creo en el amor y tengo a mi lado a quien me lo da todos los días.

Escribo para intentar encontrar respuestas que no existen, pero que necesito buscar. Escribo porque la vida te obliga a una elección permanente y elegir duele porque siempre significa que algo queda atrás.

Escribo para recordar a los que me quieren y a los que me quisieron, para que nunca dejen de estar a mi lado. Pero también para recordar a los que me hicieron daño, no porque no quiera olvidarlos, sino porque parte del daño lo provoqué yo mismo y no quiero tropezar de nuevo con la misma piedra.

Escribo porque no puedo evitar que el tiempo pase y que con su paso genere ausencias. Porque me gustaría pasear de nuevo con mi madre camino del mercado o bailar con ella mientras suena una canción en el viejo transistor. Porque querría arrullar otra vez a mis hijos contemplando esos ojos que todavía miraban sin verme y volver a escuchar como me llamaron papá por primera vez.

Escribo porque quiero poder seguir haciéndolo dentro de muchos años, con Lucia a mi lado y sonreír entonces porque la vida no nos salió del todo mal.

Escribo para ser testigo de mi propia vida. Para dejar mis verdades. Verdades pequeñas quizás, imperfectas quizás, pero que son mías y que, una vez escritas, nadie podrá borrar.



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