sábado, 11 de febrero de 2012

ILUSIÓN

El pasado miércoles día 8, tuve la suerte de asistir en el IESE a una conferencia de Alvaro Uribe,  presidente de Colombia entre mayo de 2002 y agosto de 2010. A lo largo de la misma y de los minutos que pudimos departir con él nos demostró ser un hombre de educación exquisita, afable, cercano y, sin embargo sin ningún asomo de populismo.

En su intervención nos expuso como se encontró como un país que, a pesar de contar con tradición democrática, vivía en una dictadura mucho más dura que las políticas, la dictadura del miedo generado por el terrorismo de las FARC y los paramilitares que, partiendo de planteamientos políticos y como consecuencia del imperio de los narcos, se habían transformado en bandas de delincuentes comunes que estrangulaban al país.

Con un programa de 100 puntos originados en lo que llamaron talleres democráticos, Uribe basó su actuación en tres ejes fundamentales: seguridad democrática, confianza inversionista y cohesión social.  Para desarrollarlos, buscó lo que con un excelente uso de nuestro idioma y huyendo de anglicismos esnobistas llamó "victorias tempranas".

Así en en cuanto a la seguridad democrática, hizo que el ejercito regresara de forma permanente a las carreteras del país, recuperando los colombianos la posibilidad de desplazarse de forma  segura. La Fuerza Pública volvió a los municipios del país de los que había sido expulsada por narcos y terroristas. En cuanto a la confianza inversionista persiguió que el turismo creciera, consiguiendo que Cartagena de Indias fuera uno de los puntos de parada obligada en los cruceros caribeños, resolvió los litigios pendientes con terceros países por causas económicas y generó un clima de seguridad política convencido de que "si alguien se despierta pensando cual va a ser la empresa nacionalizada ese día, es muy difícil que invierta o convenza a alguien de que lo haga" (sic). Por último convencidos de que la riqueza económica sin crecimiento social es inútil y termina en fracaso (y mencionó expresamente el caso en que se encuentra Venezuela, país con excelentes recursos que están siendo malgastados por una política populista, basada en el nepotismo y la arbitrariedad), trataron de que todo lo anterior tuviera reflejo para los ciudadanos consiguiendo incrementar la cobertura de salud en poco tiempo.

Pero esas victorias tempranas fueron sólo el inicio. Nos explicó como su Gobierno insistió a sus ciudadanos hasta le pesadez sobre la necesidad de avanzar en esos tres ejes. Lo consiguieron y la gente hizo suyos esos objetivos. Excelente reflejo fue la anécdota que refirió, sucedida durante un paseo por Cartagena de Indias cuando allí se celebro una reunión del foro de Davos. Un taxista dormitaba apoyado en la ventanilla de su coche. Uribe se acercó y dio unos golpes en el cristal, el hombre despertó sobresaltado y cuando vio quien le llamaba dijo de forma automática: ¡Presidente!, ¡seguridad democrática!, ¡confianza inversionista!, ¡cohesión social!...

Nos explicó que vivió momentos muy duros, casi todos relacionados con el terrorismo, pero que ver como el país avanzaba hacia un futuro mejor, llenaba de energía y convicción sus decisiones y las de sus colaboradores. No me voy a extender en los logros conseguidos, se pueden consultar con facilidad, pero si quiero destacar lo que Uribe y su gestión consiguieron en términos globales y que creo, fue la clave de su éxito: ilusión. Los colombianos volvieron a creer en su país, en su propia capacidad de salir adelante, en sus posibilidades y, una vez convencidos lucharon por ello y lo han conseguido. Colombia es hoy en día uno de los países con más futuro de Hispanoamérica, en el que invertir es seguro tanto económica como jurídicamente, tiene estabilidad política y un marco de relaciones laborales ordenado. Sus ciudadanos, se benefician de una inversión extranjera creciente, del incremento del turismo y su situación personal, social y económica mejora día tras día. Recuperaron la ilusión y esa misma ilusión les hace seguir adelante con esperanza.

Escribiendo esto en un país en el que esa ilusión ha desaparecido, en el que la confianza en nuestra propias posibilidades está en mínimos, conviene recordar las últimas palabras que nos dirigió: "Mi gobierno no dejó un paraíso, pero sí un país por buen camino".


No le pido otra cosa a nuestros políticos. Sólo eso, un país en el buen camino.








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