Hoy he visto el primer bolero y he sentido la inquietud que genera la incertidumbre, la sensación de que va a ser dificíl, muy difícil, salir de donde nos encontramos.
Os preguntaréis como se puede (a parte de verlo bailar) ver un bolero. Los que conocen mi querida tierra mejicana, se lo explicaran perfectamente, porque así es como llaman allí a los limpiabotas callejeros (y, aunque lo que aquí cuento no es ninguna broma, quien quiera reirse un poco que busque la forma de ver la película del inimitable Cantinflas cuyo cartel acompaña este texto).
Como decía hoy, he visto el primero. ¿Es que no había limpiabotas en Madrid? Claro que si, en muchas de las cafeterías y bares de las principales calles comerciales de la capital de España se podían y se pueden encontrar personas que realizan esa labor. En la Gran Vía se encuentran un par de ellos, que trabajan de toda la vida, (la mía por lo menos) bajo las marquesinas de los cines. En ambos casos complementan los ingresos con la venta de lotería a los clientes. No es menos cierto que, hasta hace muy poco, en plena milla de oro madrileña, se podía disfrutar de un insuperable lustrado de "calcos" en Exerez donde desarrollaba esta tarea Federico, un maestro capaz de dejar cualquier zapato como recien salido de fábrica. No hablo de eso. A lo que me refiero, no se veía hace mucho, mucho tiempo en las calles de Madrid. Lo que he visto ha sido a un hombre que, me imagino, desesperado por la falta de ingresos, se ha plantado en una de las principales arterias madrileñas, con una banquetita, una silla de oficina con ruedas y su caja de útiles y ha comenzado a vociferar su oferta de limpiado de zapatos. El hombre era sin duda, por sus caracteristicas físicas y su acento, sudamericano y con la cantinela de su reclamo me llevó directamente al Zócalo o Garibaldi, lugares en los que he escuchado antes el mismo son.
Me parece lo más legítimo del mundo lo que hacía. Desde luego mucho más legítimo que echarse al monte de la delincuencia pero, como decía, he sentido inquietud porque me parece un síntoma inequivoco de que nuestra situación económica es, pese a quien pese, mala y con pocos visos de mejora. Y el principal problema es que el continuo deterioro de las condiciones económicas, el incremento imparable del número de parados, la ausencia de ingresos en familias enteras, va a obligar a muchos a bailar boleros que creíamos olvidados, enterrados en un pasado de misería económica que parecía imposible volver a ver y que los que contamos los años de cincuenta para abajo, desde luego, no hemos conocido nunca. Pero también que, es posible, que muchos no quieran o no puedan bailar esa música y decidan tomar otros derroteros que hagan que la paz social que hemos disfrutado desde hace mucho tiempo se vea quebrada y nos cueste mucho volver a recuperarla.
Espero equivocarme pero visto lo visto hasta ahora, mi confianza en la capacidad de nuestros representantes políticos (y no digo gobernantes porque no solo de ellos es la responsabilidad, aunque hasta ahora hayan demostrado sobradamente ser unos irresponsables) para resolver el problema es mínima y los españoles (los de aquí y los que no lo son) nos hemos acostumbrado demasiado a que "papá estado" provea de maná nuestras alforjas. Por desgracia (o por suerte), creo que los cambios a los que asisitimos van a suponer, entre otras cosas, que la fábrica de maná se ha roto para siempre o, en el mejor de los casos, su capacidad de producción será mucho menor, obligándonos a inventarnos solitos la manera de sacarnos las castañas del fuego. Y no se si todos estamos preparados y, sobre todo, dispuestos a eso...
En definitiva, repito, espero equivocarme y que este bolero sea solo una anecdota y podamos, simplemente, disfrutar de los otros al escucharlos, bailarlos o riéndolos con Cantinflas.
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