domingo, 2 de mayo de 2010
EL NOVIO DE LA MUERTE
Me he decidido a incluir aquí la crónica que escribí el día 15 de Junio de 2.008 tras contemplar la segunda tarde de triunfo, tan diferente de la primera, de José Tomás en Las Ventas y a la que bauticé con el nombre que, también tiene esta entrada . Desgraciadamente los acontecimientos de hace una semana, la tremenda cogida que sufrió el maestro, dio a mis palabras un protagonismo que no hubiera deseado y, tengo que reconocer, que recé para que no tuvieran ningún carácter profético. Gracias a Dios, y en este caso seguro que a la Virgen de Guadalupe, no ha sido así. Por eso solo ante la evolución de los acontecimientos y la inmejorable, e increíble tras lo que vimos y supimos, noticia de su salida del hospital me he decidido a subir esa crónica.
Soy aficionado, me gustan los toros, nadie podrá convencerme de que no existe arte y plasticidad en esa lucha entre bestia y hombre. Pero también he dicho y mantenido siempre que entendía perfectamente que contemplar por primera vez una corrida de toros, no puede dejar indiferente. Que, por eso comprendía, que hubiera muchos que al no llegar a percibir eso que yo veía, no lo soportaran y que no compartieran nuestra afición. Pero no puedo admitir que esa oposición se defienda desde la irracionalidad. Por eso esta entrada es además, una respuesta indignada al despropósito de comentarios en blogs y webs que he visto estos días en los que, supuestos defensores de los animales, se regodeaban de la situación del maestro. No merecen mucho más que la compasión por su limitación neuronal y el mayor desprecio por su ruina moral. Son demasiado parecidos a los que, en otros ámbitos, te suelen argumentar: "como estás contra mí: tiro en la nuca"
Sólo una cosa más antes de esa avisada crónica. He incluido como foto (sin pedir permiso, por cierto) la portada de ese maravilloso libro que es "Serenata de un amanecer" de nuestra amiga Anya Bartells. Conocí a Anya gracias a la intervención de mi primo Toño, el pinche mejicano como ella dice. Anya es, ademas de una magnífica y entrañable persona, uno de esos muchos casos en los que, sin que su origen lo hiciera previsible, se ha desarrollado un amor, un conocimiento y una pasión por la Fiesta Nacional (lo siento si escuece) que la ha llevado a, entre otras cosas, publicar ese libro dedicado a José Tomás. Si alguien quiere discutirme que en el toreo hay arte y plasticidad que, por favor, primero vea el libro. Seguro que nos ahorramos la disputa.
Les dejo con la crónica. Gracias:
El novio de la muerte
Yo no quiero morirme, lo reconozco, me da miedo. Por eso se me hace más grande y más cuesta arriba entender lo que he visto hoy en la plaza de Las Ventas.
Vaya por delante mi reconocimiento a “El Fundi” y Juan Bautista. Anunciarse con José Tomás tiene, hoy por hoy, mucho mérito. El morbo que despierta el de Galapagar otorga, a priori, un papel a sus colegas muy difícil representar. Si además, como “El Fundi”, se demuestra la profesionalidad estando pendiente de la lidia y llegando el primero con su capote a quitar al morlaco que buscaba con ahínco como partir las carnes de su compañero, hay que reconocer los méritos.
La tarde tenía ese clima de los acontecimientos que se adivinan especiales, la gente acudía para ver si se repetía lo sucedido el pasado día 5, aunque lo que pasó después les superó. Fue totalmente diferente ya que los toros no se prestaron como los de Victoriano del Rio. Unos mansearon desde salida, buscando la huida, “rajaos” de la pelea, otros, como el cuarto, fueron de más a menos a toda velocidad y el quinto, el más cuajado para mí, se fue enterando pase tras pase, haciendo su condición cada vez más peligrosa. Pero estaba José Tomás y con él vivimos un segundo acto de esa concepción diferente de la vida que significa hacer las cosas sólo como uno las siente y, si no es posible por las circunstancias, hacerlas también.
En el segundo inició la faena doblándose con un toro astifino y serio que, pregonando su mansedumbre, salía siempre suelto o tirando “viajes”. El bicho confirmó su condición y en uno de los naturales, se olvidó del engaño y fue al bulto, embarcando al diestro que dio de bruces en el morrillo del animal. Afortunadamente no le empitonó, pero el torero se levantó hecho un “ecce homo” con la cara y la seda del traje teñidas de rojo y, eso si, ni se miró. Tomó de nuevo la muleta y, si no lo había hecho ya, decidió que aunque el toro no quería, él si. Se fue a la puerta de caballos y allí, cerrado en tablas sacó pases físicamente imposibles pues parecía imposible que el toro cupiera por allí. Fue una faena titánica, no perfecta pues hubo enganchones y tropiezos, pero de un peso enorme, de una convicción sin límites, de una intensidad extrema. Le mató tras un pinchazo y la plaza le pidió la oreja que algún “vocilarguero” de los de siempre se atrevió a poner en duda. Yo no.
El quinto, de El Torero se traga, literalmente, los primeros derechazos del diestro, pero en el final de cada uno va orientándose más, buscando los tobillos, sabiendo que se deja al torero detrás. Tras tres tandas, Tomás se hecha la muleta a la izquierda, los naturales no son limpios, salen enganchados, pero salen, solo y únicamente, porque el torero se pone en un sitio inverosímil, cruzado, tragando sin mover los pies y así, cuando trata de dar el de pecho, el toro se detiene en un segundo escalofriante, el torero ni se inmuta y el astado suelta un gañafón que empitona al diestro pasándoselo de pitón a pitón en una cogida terrorífica. Había hecho carne, por lo menos llevaba dos cornadas (que resultaron ser tres) y cuando lo normal hubiera sido, en el mejor de los casos, doblarse un par de veces y matar, con un desprecio absoluto por la vida, con un comportamiento lleno de gallardía y valor, le arreó dos tandas más, unas manoletinas de infarto y se tiró a matar con todo, volviendo a salir prendido. Dos orejas por aclamación.
Habrá quien mañana discuta: las orejas si, las orejas no, me es indiferente Yo solo hablaré de la naturaleza de un hombre que hoy me ha enseñado que convive con la muerte, que ha aceptado tenerla de compañera y que, por eso, no la tiene miedo. Los legionarios tienen una bellísima canción, “El novio de la muerte”, que es una exaltación poética de la relación de un hombre con el final de la vida.
Lo que he visto esta tarde es la representación de esa relación y reconozco que me supera, porque yo si tengo miedo, mucho miedo, a morir.
Rafael Juan y Seva
15 de Junio de 2008
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